La casualidad, el hambre y el insuficiente abasto de mesas que caracteriza a Las Burguesas me llevaron a compartir los alimentos con un completo desconocido la semana pasada. Tras brindar el saludo protocolario y responder las preguntas obligadas que cualquier par de itamitas desconocidos en una situación similar se cuestionan a manera de volver un poco más afable la compañía (nombre, carrera, semestre, etc.) no pude evitar percatarme de un detalle; en su triste mirar llevaba la marca de quien ha sido sorprendido por la vida, de quien no termina de asimilar los contragolpes del destino.
Al poco rato de continuar con la charla, decidió que me tenía confianza suficiente para compartirme lo que le aquejaba. En resumen, él fue un joven prodigio del futbol, mérito que lo llevó a recibir un atractivo contrato que le brindaba la oportunidad de jugar profesionalmente en el extranjero. Sin embargo, una confusión en el estatus migratorio, sumada a una pésima asesoría legal lo llevaron a ser hostilmente deportado en cuanto piso tierra, truncando así su sueño de convertirse en una estrella del balompié.
Concluyó su anécdota con la voz entrecortada, haciendo evidente que el dolor de este no ha sanado por completo. “De entre todas las personas a quienes les pudo pasar ¿Por qué a mí?” preguntó mirando hacia el techo. Mi incapacidad de responderle algo más que un trillado “Por algo pasan las cosas, ya verás” me llevó a cuestionarme el porqué de su desgracia, que a su vez puede leerse como cierta analogía de los infortunios que todos en algún momento hemos padecido.
Esta búsqueda de porqués me remitió a un concepto bellísimo propuesto por Milán Kundera en su obra cumbre La insoportable levedad del ser. El Es Muss Sein (“Tiene que ser” en español) plantea la existencia de una serie de eventos ineludibles en la vida de cada ser humano, ajenos a la voluntad y al azar. Son un hilo de acontecimientos que forman un camino preestablecido para cada uno de nosotros, el cual es ineluctable y para el que no existe alternativa. No quiere decir que toda la existencia de cada uno esté diseñada a priori ni se apela a la omnipresencia de un determinismo fuerte, sino que cada uno de nosotros está condicionado a vivir determinados sucesos en esta vida que son necesarios para que cada uno cumpla con lo que comúnmente se denomina Destino.
Sin embargo, todo esto escapa de nuestro entendimiento en el momento y somos incapaces de comprender que existe una causalidad dentro de la tragedia, y sufrimos y desconsolados pedimos explicación a los dioses. El secreto está, en palabras de Steve Jobs, en seguir adelante y tener fe en que todo hará sentido algún día; en que seguimos el camino que estaba trazado para nosotros pues llegará un momento en el futuro en el que volveremos la vista hacia atrás, uniremos todos los sucesos en retrospectiva, y podremos concebir que todo aquello que vivimos nos llevó a ese preciso momento de realización, haciéndonos conscientes por fin de que la tragedia solo era parte de nuestro Es Muss Sein.