“La poesía no es más que la evidencia de la vida” es una de las mejores enseñanzas que podemos encontrar en los versos del gran cantautor canadiense Leonard Cohen (que la semana pasada abandonó este mundo para reclamar su lugar en el olimpo de los poetas y laurearse como ícono de la música popular del siglo XX.) Con ella, el caballero de Montreal recurre a la definición más básica de la expresión artística y nos recuerda aquello que conforma la verdadera esencia del arte; la externalización del sentir humano.
El arte es la manifestación directa de la cultura; en ella el artista materializa su visión del mundo, ya sea utópica, crítica o estética, a través de la técnica y la plasma de forma tangible de tal modo que pueda ser compartida y apreciada por el espectador. En ese momento, en el que las pupilas de terceros contemplan la obra, se establece un diálogo sensorial cuyo mensaje es recibido sin necesidad de explicitud lingüística. En esta conversación, el artista tiene completa libertad de exteriorizar su voluntad y de valerse de los recursos necesarios con tal de que el auditorio reciba su discurso lo menos distorsionado de la intención original, y así lograr empatía entre su sentir y el del interlocutor.
Partiendo de esta definición, hoy en día el arte es más necesario que nunca. Con los sucesos ocurridos la semana pasada (que pasará a la historia como el período en el que los valores de los que la civilización occidental se ha enorgullecido tanto fueron desconocidos democráticamente), y con un panorama político que pinta tan poco esperanzador, se vuelve necesario el atrevernos a expresarle al mundo nuestro pensar y aventurarnos a crear utopías artísticas que reflejen la forma en que quisiéramos que fuera el curso que tomara la humanidad, unificándonos bajo su estandarte. O bien, atrevernos levantar la voz y denunciar aquello que consideramos retrógrada por atentar contra la dignidad de nuestra especie, haciendo de dominio público la angustia que nos embarga consecuentemente. No podemos permanecer neutrales ante sucesos que tanto daño pueden hacer a la especie humana, pues como dijo Cohen “la realidad es una posibilidad que no nos podemos permitir ignorar”.
En los últimos días me he sentido orgulloso del valor mostrado por muchos de mis compañeros, quienes desde la trinchera que la tinta ofrece, se atrevieron a compartir su perspectiva, generando en conjunto un discurso que marcará un precedente sobre la postura que nuestra generación tiene contra el discurso de Trump. Esto es justamente lo que necesitamos, y el arte nos ofrece otro frente por el cual atacar, siendo arma y refugio de voluntades que han de reconocerse comunes en la esperanza, animándonos a despertar de la apatía y a unificar esfuerzos que sirvan como resistencia pues, como sentenció Dante “Los lugares más obscuros del infierno están reservados para aquellos que mantienen su neutralidad en tiempos de crisis moral”.