El desarrollo de la ciencia económica se fundamentó en dos pilares axiomáticos a lo largo de su historia; el primero es el supuesto de racionalidad que incluye a todos los agentes que incorporan al mercado, asumiendo que cada uno de ellos conducirá sus decisiones basándose en una lógica de maximización de bienestar. El segundo pilar es el supuesto de Eficiencia de Mercado, cuya implicación más importante es la gran disponibilidad de información a la que todos los agentes tienen acceso, gracias a la cual son capaces de tomar decisiones de forma racional y eficiente. Esta corriente estableció las bases de toda la teoría existente en materia financiera, incorporando sus axiomas a la práctica en el sector, asumiendo perfecta racionalidad de los inversionistas y que el precio de un activo corresponde a un reflejo de toda la información disponible del mismo.
De acuerdo a Robert Shiller en su escrito para el Diario de Perspectivas Económicas From Efficient Markets to Behavioral Finance, esta tendencia alcanzó su punto álgido en la década de los 70’s, en la que los alcances de la teoría permitieron especular racionalmente sobre el comportamiento del valor de los activos. La emoción generalizada consecuente por parte de los inversionistas fue desapareciendo a medida en que las predicciones realizadas no correspondían al verdadero camino que los precios seguían, especialmente durante la gran volatilidad financiera de la que los 80’s fueron testigo. La incapacidad teórica de explicar las causas del comportamiento tan volátil de los activos dio lugar a buscar explicaciones en modelos econométricos que incorporaran cada vez más factores humanos, desde perturbaciones achacadas al “comportamiento de masas” o variables como el “Espíritu animal (Oso/toro) del inversionista”. Al integrar dichas variables, los modelos se volvieron un poco más acertados, lo que dio cabida a la incorporación de teorías psicológicas y sociológicas dentro del análisis de los mercados, sus agentes y la forma en la que se relacionan.
Esto marca el nacimiento de una nueva corriente conocida como Finanzas Conductuales, consistente en incorporar teorías basadas en psicología que expliquen anomalías en el comportamiento de los mercados (Principalmente el bursátil). La convergencia de conocimiento científico sobre el razonamiento cognitivo y la forma en la que el ser humano toma decisiones junto a la teoría económica y financiera básica provee una herramienta sumamente útil y descriptiva que nos permite profundizar el conocimiento existente sobre los mercados financieros, dotándonos de explicaciones posibles ante eventos que escapan el pensamiento racional.
John F. Nosfinger, de la Universidad de Alaska, propone una serie de condiciones a tomar en cuenta en la teoría conductual de finanzas a manera de explicar las anomalías de mercado (conducta de los activos contraria a la teoría), entre ellos están Instinto de manada (El individuo sigue tendencias populares sin cuestionarse), Brecha de empatía (Incapacidad de tomar decisiones racionales bajo presiones emocionales como miedo, enojo, emoción), Aversión a la pérdida, Efecto de disposición (Vender con pocas ganancias, conservar aun con pérdidas), Familiaridad (Preferir invertir en activos conocidos que en nuevos) y Auto Atribución (Atribuir el éxito a la propia capacidad y el fracaso a eventos exógenos como la mala suerte).
El fracaso de la corriente clásica radica en la incapacidad que tienen los modelos de explicar la realidad, pues sus herméticos supuestos describen un mundo ideal; la corriente conductual es un área en desarrollo que puede volver mucho más acertada a la ciencia económica, dotando del factor humano al análisis teórico del mismo. Sin duda, es un área de mucha oportunidad a la que como universitarios debemos de prestar especial atención.