Aquí yacen los restos de:
FULANO DE TAL
(19XX-20XX)
Aquí descansa todo lo que fue y lo que pudo ser; los sueños alcanzados y también los olvidados. Las promesas mantenidas y los pactos incumplidos. Las historias compartidas y las que nunca se habrán de contar. Quedan aquí todas aquellas pequeñas cosas que biselaron su particular andar por este mundo y que se encargaron de consolidar su individualidad.
Yace aquí el cariño y el apoyo de mamá y papá; el cobijo del abuelo y el apapacho de la abuela que velaron con ternura sus primeros pasos. La complicidad de los hermanos, junto a quienes se emprendieron las más audaces odiseas que habrían de marcar el curso de una existencia compartida. Aquí descansa el amor y devoción de un apellido en común.
Reposan aquí los días de gloria, los momentos de orgullo; los logros alcanzados, las ideas compartidas y los proyectos consolidados. La satisfacción de verse superado a sí mismo cuando los retos parecieron más grandes de lo que se pensaba capaz de afrontar. También los fracasos y las lecciones aprendidas, mismas que obligaron a levantarse del polvo con la necesidad de reconstruirse una y otra vez.
Quedan aquí las mariposas de mayo y el sol de otoño. Los paseos bajo la lluvia, la niebla matutina y el silencio ensordecedor de un domingo por la mañana. La cálida brisa que arrulló las siestas veraniegas bajo un cuadro de nubes impresionistas y los atardeceres difuminados que se quedaron en la memoria por las pupilas en quienes se vieron reflejados.
Hasta aquí llegan las canciones que erizaron la piel, los libros que cambiaron la lente desde la que se miró el mundo y las películas que permitieron soñar y vivir en un estado de poesía. Las lágrimas derramadas sobre un papel durante aquellas noches en las que se aspiraba a ser poeta y los garabatos que quedaron como silentes testigos en las servilletas de una sobremesa. Quedan los versos que no se tuvieron el valor de decir, y las declaraciones que perecieron ahogadas en un nudo en la garganta.
Yace aquí el mundo conjuntamente construido en las miradas de aquellos con quienes se compartió la dicha de la vida. Amigos que llenaron los días con sus sonrisas complacientes y consejos necesarios, con quienes se escriben las mejores anécdotas. Quedan aquí también los amores vividos y sufridos; las miradas que detuvieron el tiempo y las heridas que ni con su paso terminaron de sanar.
Descansa bajo esta lápida por el resto de la eternidad lo que queda de una existencia consumada; de una vida decantada de principio a fin condenada a perpetuarse únicamente en la memoria de quienes le han de nombrar con nostalgia en los cafés de las seis, evocando su memoria en búsqueda de consuelo.
Le sobrevive un amor incondicional, dos hijos, tres perros y un perico.