Roma y Los Niños del Hombre, dos películas de Alfonso Cuarón, finalizan con la frase: shanti, shanti, shanti. Es un mantra que proviene del sánscrito, uno de los veintidós idiomas oficiales de la India. No existe una traducción precisa para estas palabras al español. Algunos traducen la frase como “paz en el cuerpo, paz, en el habla y paz en la mente”, mientras que otros lo hacen como “paz interior, paz con el prójimo y paz con el universo”. Lo cierto es que es una triple repetición de “paz”, un concepto que nos aleja del dolor, del conflicto y del desorden. Otras grandes obras, como Tierra Baldía del escritor británico-americano T.S. Elliot también finalizan con el mantra shanti, shanti, shanti. Esta repetición a tres tiempos no es ajena a nuestra cultura. Esta presente, por ejemplo, en la frase jurídica “juro decir la verdad, sólo la verdad y nada más que la verdad” así como en el rezo “Dios padre, Dios hijo y Dios Espíritu Santo”.
La obra de Alfonso Cuarón está llena de esta clase de simbolismos. Un ejemplo lo podemos encontrar en representaciones de La piedad, una de las más icónicas esculturas de Miguel Ángel. En Los Niños del Hombre, una madre le reza a las alturas la muerte de su hijo cuyo cuerpo yace inerte en su regazo. En Roma, una joven en la calle pide ayuda a gritos mientras sostiene el cadáver de su pareja durante la matanza del Corpus Christi. Al final, Roma no sólo es una obra que vuelve sobre la niñez de Alfonso Cuarón, también es una obra que retoma conceptos de sus películas anteriores. En un artículo de El País, Luis Pablo Beauregard deja claro que la obra del cineasta mexicano “está repleta de pasado”.
La película Los Niños del Hombre describe un mundo distópico en el que, al menos por dieciocho años, ni un niño ha nacido. La infertilidad, la migración ilegal, la falta de recursos y un constante estado de guerra son el telón de fondo de Inglaterra en el año 2027. Tal vez una advertencia para nuestro mundo. Miriam, uno de los personajes de la película, exclama una frase desgarradora: “A medida que el sonido de los patios de recreo se desvanecía, la desesperación se impuso. Muy extraño, lo que sucede en un mundo sin voces de niños.”
A pesar de todo, el final de Los Niños del Hombre es esperanzador. Kee, una joven refugiada africana, tiene un hijo con el que lograr sobrevivir toda clase de infortunios. Cuando finalizan los créditos y la canción de Bring on The Juice de John Lennon aparece la frase: shanti, shanti, shanti. Roma, la más reciente entrega de Cuarón, narra la historia de Cleo, la nana de Cuarón. Ella vive el abandono de su pareja, vislumbra el asesinato de estudiantes, pierde a su hijo y, en una escena dramática, está a punto de no poder salvar a dos de los hijos de la familia. Al final, un abrazo y la promesa de que un mundo alejado del dolor es posible. En la última escena, Cleo cruza la casa cargando una cobija y el equipaje del viaje a Veracruz. Sube la escalera metálica que la conduce al techo de la casa de la calle Tepeji. Mientras Cleo desaparece, la cámara muestra la pintura maltratada de la casa y una antena de televisión. Dos aviones cruzan el cielo de la Ciudad de México mientras los créditos van mostrando los nombres de las personas que hicieron posible esta película. Y, al final, una vez más, las tres palabras en sánscrito.
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