Entenderse en el mundo ha sido una preocupación constante para el ser humano. Tener claridad sobre la forma en la que se conoce la realidad pareciera entonces ser el primer paso en la dirección correcta. La rama de la filosofía encargada de encontrar respuesta a la pregunta sobre cómo conocemos es la Epistemología, misma que a lo largo de la historia ha postulado teorías que proponen las condiciones necesarias para que florezca el conocimiento, metodologías para su obtención y que han dado su propia definición al concepto básico de verdad. Entre los principales exponentes de esta rama destacan pensadores de la talla de Parménides, Aristóteles, Kant y Popper.
Una de las corrientes dentro de la epistemología –y por la que encuentro personal inclinación– es la filosofía del lenguaje, la cual encuentra su origen en la obra cumbre del filósofo inglés John Locke, Ensayo sobre el entendimiento humano. Esta corriente centra su atención en la relación que mantiene el lenguaje como interpretación del mundo y su capacidad para permitirnos comprenderlo a partir de significantes y significados. El significante es el símbolo fonético – la palabra escrita y el sonido que se emite al pronunciarla– que sirve como referente y nos remite al significado – la representación mental que dota de sentido a la palabra en nuestro interior. Sin embargo, el significado puede tener dos interpretaciones: la convencional y objetiva, que es una referencia universal hacia lo que enuncia (como un lápiz siendo simplemente un lápiz) y la particular, que es construido desde la interpretación subjetiva y que cobra una dimensión mayor a nivel personal (el lápiz ligado a algún recuerdo o vivencia en específico).
Es justamente en este último punto, el significado particular, en el que me quiero detener. Nuestra cosmovisión individual, el significado que el mundo tiene ante nuestros ojos, está en muy buena parte construido desde la subjetividad de la interpretación; entendemos nuestra realidad a partir de conceptos que trascienden su significado lógico y literal pues vienen dotados de una alta carga emocional, mismos que mantienen un discurso alternativo cuyo murmullo semántico permanece oculto e indescifrable para el resto, mientras que su eco resuena con claridad en los oídos de aquellos junto a quienes se ha construido su significado.
Y es que, al final del día, muchas veces este inventario de significados y concepciones individuales se construye en compañía. Conforme una relación avanza, sin importar su naturaleza, las experiencias compartidas van estableciendo una serie de referentes comunes cuyo significado únicamente será comprendido por los involucrados, incapacitando al resto del mismo de poder acceder al mismo nivel de interpretación. Es así que conforme vamos envejeciendo y acumulando experiencias, nuestro bagaje de significados particulares se va haciendo cada vez más y más grande, de tal modo que la incomprensión se hará presente si se busca conversar en un plano diferente al literal con un desconocido.
Esta idea de la cosmovisión particular construida en conjunto y de la incomprensión a la que conlleva, la explica con sutil magistralidad Milan Kundera en su obra La Insoportable Levedad del Ser: “Mientras las personas son jóvenes y la composición musical de su vida está aún en sus primeros compases, pueden escribirla juntas e intercambiarse motivos, pero cuando se encuentran y son ya mayores, sus composiciones musicales están ya más o menos cerradas y cada palabra, cada objeto, significa una cosa distinta en la composición de la una y en la de la otra”.
De esta forma, dar respuesta a la pregunta del cómo entendemos el mundo nos lleva directamente a la interpretación particular que cada uno tenemos de él, cargada de sesgos y concepciones personales que se biselan muchas veces en conjunto, lo cual dimensiona la dificultad que conlleva el entender verdaderamente algo. Es por esto que se vuelve tan cierta y bella la frase del filme de Richard Linklater Antes del amanecer: “Si existe alguna clase de magia en este mundo, esta debe de estar en el intento de entender a alguien compartiendo algo”.