राब्ता (Raabta) es un vocablo urdu de origen arábigo que refiere a la conexión única y especial que puede existir entre dos almas. Este concepto cobra una dimensión relevante si se le observa partiendo de una de las características fundamentales del ser humano; la condición social de nuestra naturaleza. Son muchos los escritos producidos desde diferentes ramas del saber –filosofía, psicología, sociología y economía por mencionar unas cuantas– que encuentran su fundamento en la remarcada necesidad del hombre por estar en contacto constante con otros para poder desarrollarse plenamente, resultando soberbio creer que al ser humano puede comprendérsele en aislamiento. Pero, de entre el sinnúmero de personas con las que se mantiene trato día a día ¿Qué es lo que diferencia aquellas con quienes se establecen relaciones banales e intrascendentes de aquellas hacia quienes se logra crear una conexión especial, con quienes existe un Raabta?
Dar respuesta a esta pregunta puede tomar diferentes caminos ancla, tantos como tipos de relaciones existen. Sin embargo, en esta ocasión nos centraremos en aquella que Aristóteles definió como “un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas”, que es capaz de “Redoblar las alegrías y reducir a la mitad las penas” según Bacon y que es “La familia que se elige a voluntad” de acuerdo a Karr: la amistad.
Más allá de la complicidad, de la confianza fortalecida por las experiencias compartidas y de la cosmovisión que se va construyendo en conjunto, la amistad encuentra su verdadera esencia en la capacidad que tiene de potencializar nuestra personalidad, permitiéndonos ser nosotros mismos sin ninguna limitante. Es un amigo verdadero aquel con quien nos atrevemos a platicar sin mayor reparo y con total apertura (indistintamente de la inmortalidad del cangrejo o de cuestiones que tienen eco en el devenir de cada una de nuestra existencia), permitiendo así el conocernos completamente, sin filtro. Un amigo entonces es, como dice Erasmo de Rotterdam, una persona con la que se puede pensar en voz alta.
Y es justo este nivel de conocimiento el que permite que los amigos tengan tanta importancia en nuestra vida. Saben perfectamente qué nos hace falta escuchar cuando necesitamos consuelo, qué palabras decir cuando buscamos apoyo y son el mejor confidente cuando necesitamos ordenar nuestra propia cabeza pues “los pensamientos con ellos cortan la dura piedra de la realidad”.
Si hay amigos en los que todo esto se vuelve más valioso, es en aquellos con los que compartimos nuestros años universitarios. Nos conocimos, no por el destino ni por casualidad, sino por una voluntad compartida de querer superarnos. Pasamos los días hablando sobre estadísticas proféticas y modelos con los que hemos encontrado sobre papel todas las respuestas a los problemas que atañen al mundo, sin percatarnos que lo que en verdad nos acompañará por el resto de nuestras vidas es el cariño que ellos nos brindaron, al escucharnos con la misma emoción con la que se los compartimos. Son ellos con quienes celebramos nuestros mayores éxitos y quienes no dudaron en levantarnos durante nuestros puntos más bajos, y ellos mismos son junto a quienes construimos las bases de las personas que seremos el resto de nuestra vida. Es por esto que el lazo que nos unió en los salones trascenderá estos cuatro años pues, una vez que se establece un Raabta con alguien, esa conexión es para toda la vida.
(Melissa BaCu, Jimena Jiménez, JuanJa Romero y Luis David Capistrán;
Mi cariño y admiración hacia ustedes va más allá de cualquier delimitación espacial y temporal. La tristeza que viene al percatarme de que ya no compartiremos la cotidianidad, ni que podré encontrarlos en la biblioteca o en los pasillos por casualidad, solo se ve compensada por la alegría que me da el verlos terminar. No me queda más que desearles la mayor de las suertes en esta nueva etapa, agradecerles infinitamente por el honor de compartir estos años codo a codo y por enseñarme día a día lo que significa ser un verdadero amigo.)