¡EL ROMANCE ES DECLARADO EN PELIGRO DE EXTINCIÓN!
Sin recibir atención por parte de la prensa internacional y frente a la mirada indiferente de los ciudadanos del mundo, el romanticismo amenaza con desaparecer de la faz de la tierra. ¿Cómo es posible que la humanidad haya sido capaz de permitir tal atrocidad?
Las señales de su ausencia se hacen cada vez más notorias. La ausencia de caballerosidad, la frivolidad en el coqueteo y la falta de compromiso en las relaciones que con tanta trivialidad llegan a término son evidencia contundente. El ser humano cada vez se olvida más de cómo ser romántico.
Como clara prueba de ello también encontramos la gradual pérdida de profundidad en la lírica de las canciones. Si volvemos la vista hacia atrás, podemos encontrar que el común denominador de las melodías que sonaban en la radio era que sus letras tenían sustancia y contenido; trataban de expresar, de forma sutil y apasionada a la vez, los sentimientos de quien las escribía, convirtiéndose en verdaderas poesías. Basta con prestar atención a los versos de un bolero para encontrar una de las aproximaciones más sublimes que nuestro lenguaje ha logrado a la hora de intentar definir al amor.
¿A qué se debe situación tan atroz? Probablemente sea a causa de la cotidiana prisa nos ha vuelto impacientes. Es bien sabido que el romance necesita de tiempo para florecer y nosotros, con nuestro complejo post-modernista de inmediatez, se lo hemos negado. O quizás sea consecuencia de la ideología que nos rige desde las entrañas del mercado, en el que el canon «Tener para ser» contraviene lo exigido por el romanticismo: primero ser, para después después, contemplar.
Respuesta certera nos será difícil encontrar pues múltiples factores han entrado en juego, sin embargo es una realidad que ni siquiera el romance ha escapado al carácter líquido de nuestros tiempos.
Con esto no se pretende decir que ya no existan románticos ni que sea imposible encontrar canciones cuya letra logre transmitirnos el sentimiento con el que fueron escritas pues bien es cierto que aun los hay, aunque con rareza. Más bien, esta es una valoración de carácter general en el que con tristeza diagnosticamos una tendencia generalizada hacia la apatía de sentimientos, hacia la propagación de la frialdad, hacia la abstinencia de pasión.
Con perspectiva tan lúgubre en puerta se vuelve necesario hacer un llamado hacia la rebeldía y atrevernos a ser románticos. A demostrar que aun existe sentimiento, a ver el mundo desde una perspectiva intensa y apasionada, evitando que la pasión se extinga, dotando de veracidad a aquel diálogo del filme À bout du Souffle, “Se puede todavía creer en el romance, especialmente en nuestro tiempo.”