Así como entre los 20s y los 40s las mujeres que hacían la labor manual de comunicar las llamadas telefónicas (telefonistas) fueron reemplazadas por la entrada de la telefonía automática, el sector eléctrico en Latinoamérica está por experimentar esta transformación con la introducción de la Infraestructura de Medición Avanzada (AMI por sus siglas en inglés), que desaparecerá algunas labores. Y es que es imposible escapar de la cuarta revolución industrial – en la que la automatización y la información es “core”.
Antes que nada, es importante conocer qué es AMI, sus beneficios y el estado de su despliegue en América Latina.
La Infraestructura de Medición Avanzada es un sistema que integrará los contadores inteligentes – el termino técnicamente correcto es medidor de energía – con toda una red que permite el transporte y almacenamiento de la información sobre el consumo de energía en tiempo real. Se denominan inteligentes por la capacidad de interconectar sistemas aplicativos y de comunicación.
Entre las innumerables ventajas de la AMI se encuentra: la identificación rápida de los daños en las redes que ocasionan los cortes de energía, la lectura del consumo, así como el corte y la reconexión del suministro de energía de forma remota. Aquí dejo un video que ejemplifica los beneficios de la AMI.
En la región el despliegue masivo de AMI se encuentra en una etapa temprana en donde se están realizando diferentes esfuerzos para su implementación. En el caso de México, la empresa de servicios públicos CFE tiene una meta de convertir los medidores de sus 30.2 millones de usuarios en medidores inteligentes. En Brasil, la empresa de energía Light tiene en marcha un proyecto de implementación de 1.4 millones de medidores inteligentes para Rio de Janeiro, mientras que Uruguay ya ha instalado medidores inteligentes al 25% de sus usuarios. Por su parte, Costa Rica prevé que para 2024 ya se hayan reemplazado la totalidad de los medidores de sus usuarios, mientras que en Colombia diferentes empresas de servicios públicos como Codenasa, Celsia, y EPM han realizado proyectos pilotos de implementación, y la regulación para su despliegue masivo se encuentra en etapa de consulta pública por parte de la Comisión de Regulación de Energía y Gas (CREG). Chile comenzó el ambicioso plan de despliegue de AMI en 2018, aunque el proceso se ralentizó cuando los usuarios encontraron que el cambio del medidor iba atado a un aumento en el precio de la factura de la energía. Finalmente, Argentina está en una etapa temprana de desarrollo de proyectos pilotos.
Con el despliegue masivo de la medición inteligente en Latino América, labores como la lectura de los medidores para hacer la facturación del consumo de energía, la conexión y desconexión del suministro de energía se realizarán de manera remota. Es por ello que los puestos de trabajo que implican que mensualmente una persona deba pasar por cada hogar leyendo el consumo de energía o se desplieguen cuadrillas para hacer la desconexión y conexión del suministro de energía tenderán a desaparecer, así como en su momento sucedió con las telefonistas.
Se estima que aproximadamente el 43% de los puestos de trabajo en el sector de servicios públicos serán automatizados y, aunque este sector tiene un riesgo leve de automatización a diferencia de sectores como la manufactura y los servicios de hotelería que presentan un riesgo alto, aún existe poca investigación sobre el futuro del trabajo en el sector eléctrico.
Sin embargo, esta disrupción que llevará a que cientos de puestos de trabajo en América Latina se destruyan nos presenta una gran oportunidad para invertir en la adopción de habilidades para la cuarta revolución industrial. Habilidades como lo es el análisis de información.
Con la generación de grandes cantidades de información en tiempo real – o Big Data – del comportamiento en el consumo de energía de los millones de usuarios en la región, se necesitará de un gran capital humano para analizar y procesar dichos datos pues esa será la única manera en que la información recolectada se convierta en un verdadero valor agregado para el sector. Es aquí donde surge una gran oportunidad, puesto que se requerirá de capital humano que conozca de análisis de datos y del sector eléctrico.
Realizar una transición paulatina de los puestos de trabajo que desaparecerán hacía trabajos más sofisticados debería ser una directriz de política pública. Se podría pensar en aprovechar el conocimiento del sistema eléctrico de las personas que realizan la lectura, el corte y la reconexión de los medidores convencionales para formarlas en análisis de datos con el fin de que ellos mismos sean los que provean de estos servicios que serán necesarios en las diferentes empresas de servicios públicos y de gestión de información.
¡La oportunidad está dada! Ahora está en manos de los gobiernos de los países y las empresas de servicios públicos el invertir en la formación de los ciudadanos y empleados en habilidades del futuro. Esto cosechará los trabajadores necesarios para enfrentar los cambios de la cuarta revolución industrial y, quizás, evitar en un futuro un estallido social por parte de sindicatos a causa de despidos masivos.